El viejo Puente blanco.
Por Humberto F. Leonelli.
San Martín y Ayacucho, hoy no es puente ni es blanco, otrora punto de referencia para muchos, solo quedan las ruinas que, por el paso del tiempo, abandono y/o falta de mantenimiento, a llegado a ese estado.
Por Humberto F. Leonelli.
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| El viejo puente blanco, como dice el relato "... que ya no es blanco ni es puente ...", como se veía en el año 2005. |
San Martín y Ayacucho, hoy no es puente ni es blanco, otrora punto de referencia para muchos, solo quedan las ruinas que, por el paso del tiempo, abandono y/o falta de mantenimiento, a llegado a ese estado.
Monumento histórico que tiende a desaparecer y que, en su larga existencia de casi cien años, le dio el póstumo adiós a los que emprendieron el último viaje.
Mis recuerdos se remontan a los fines de la década del treinta cuando el coche fúnebre era tirado por dos o cuatro (según la categoría del funeral) hermosos caballos negros, que preparaba “Casiya” para que con absoluta destreza condujera Alchurrón, al que acompañaba un poco caminando y un poco al trote, Atilio y en algunas oportunidades Titina, pues el fúnebre avanzaba mas rápido que de lo que podía hacerlo el acompañante caminando. De ahí la costumbre de ambos de caminar diez o quince metros y luego trotar otros tantos, aunque no fueran acompañando el fúnebre.
“Me aparto del relato inicial para expresar mi especial recuerdo hacia ellos y toda la familia Capra quienes hoy descansan en paz y el fúnebre, protagonista de estas líneas, está en nuestro Museo”)
El Viejo Puente fue techo de muchos, que caminando iban al Cementerio en días de tormenta y sorprendidos por algún aguacero en la mitad del camino debían guarecerse y esperar que amainara.
Además, cobijó a los linyeras o vagabundos a quienes también se los llamó “crotos” a raíz del apellido del Gobernador de la provincia de Buenos Aires que, por decreto, les permitía viajar en los trenes de carga en forma gratuita.
Estos crotos, que en aquella época abundaban, más de una vez debieron pernoctar en su seño.
Las malezas y el abandono ya no le permiten ni la posibilidad de cumplir con su función hidráulica de desagüe.
Refugio de amor. Franqueaba un zanjón y no un río como el de aquel vals que junto con “la canción del linyera”
los hiciera famoso el “cantor de las cosas nuestras”, Antonio Tormo.
Fue el símbolo de esa barriada y servía como punto de referencia, para orientar y/o indicar el domicilio de alguien. “Baruyo”, el de la famosa relación, le indicaba, cierta vez, a un cadete de tienda que buscaba el domicilio de un cliente para retirar una mercadería que había llevado a su casa “para ver” y que se había olvidado de devolver.
“- En la esquina volcás a la derecha y te vas hasta el PUENTE BLANCO, de ahí dos cuadras “pa’ la’o” del Cementerio y volcás a la izquierda, tres cuadras y de ahí volcás a la derecha media cuadra, donde hay un rancho techo de paja, ahí es, pero tené cuida’o con el perro”. (1)
Año 1942, el día 2 de abril. vimos pasar sobre él, a grandes figuras del automovilismo argentino, en el Gran Premio Mar y Sierras de ese año, tales como Juan Manuel Fangio (ganador de esa competencia), los Gálvez, Oscar y Juan quienes todavía corrían juntos, Alcuza, Blanco, Lo Valbo, Marcilla, Musso, Bojanich, Peduzzi y muchos más.
Para quienes hoy son jóvenes esta historia puede resultar tediosa, pero para quienes estamos en la tercera edad y hemos vivido en este querido Maipú, creo comprenderán con cierta nostalgia el sentido de este comentario de quién tal vez, tenga el defecto de darle valor a las pequeñas cosas o de ser de espíritu conservacionista, muy difícil de entender por quién no lo es.
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(1): “Baruyo” fue un personaje de los tantos que hubo en Maipú, a quienes en su gran mayoría menciona Jorge Blanes en sus libros y que quedarán para la historia.
Antiguamente se acostumbraba llevar de las tiendas, mercadería “para ver” o sea para probar, elegir, etc., etc. Algunos pícaros la llevaban el día sábado, la usaban el domingo y el lunes la devolvían. Fue, esta, una de las razones que terminaron con el sistema.
El cadete del relato, es el autor de esta nota. Son verídicas las indicaciones de “Baruyo”, más no así el domicilio indicado.”
