Notables hombres de nuestra historia: Hilario Ascasubi

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    Notables hombres de nuestra historia: Hilario Ascasubi.

    Por Humberto Francisco Leonelli.





    Capítulo I

         Hilario Ascasubi, sin lugar a dudas ha sido uno de ellos. Poeta, autor de “Canto a la victoria de Ayacucho”; “Trovas de Paulino Lucero”; “Aniceto el Gallo” y “Santos Vega” o “Los Mellizos de mi Flor”.


          Sus múltiples aventuras despiertan el asombro de quienes hemos tenido la oportunidad de indagar de alguna manera, en material bibliográfico, sobre su vida extraordinaria, llena de aventuras, acontecimientos y con tantos y distintos episodios que lo ubican entre uno de los personajes de nuestra historia de notable trascendencia. Muy sintéticamente trataré de describir pasajes de sus apasionantes vivencias, al cumplirse el segundo centenario de su nacimiento, el que se habría producido en una carreta (aunque sobre este hecho, existen dudas), en circunstancias en que cruzaban la pampa cordobesa, zona de Fraile Muerto ( hoy Bell - Ville) el 14 de Enero de 1807, hijo de Don Mariano Ascasubi y de Doña Loreta de Elía; Ascasubi, de ascendencia vizcaína, en vasco, quiere decir “puente de los arces”,  la esposa era cordobesa .-


         Quién había nacido en una carreta estaba predestinado a ser andariego. Buena parte de su vida la pasó fuera del País.-


         Siendo muy niño, sus padres lo habían traído a Buenos Aires. A los cinco años le había ocurrido algo maravilloso que él nunca olvidaría. San Martín, Coronel de Granaderos que preparaba su Regimiento en Buenos Aires, de pasada, advirtió al niño Ascasubi que le miraba anheloso.


          El Coronel lo alzó sobre su caballo y galopó con él en uno de sus paseos.-      Se sabe que cursó unos pocos  estudios coloniales. A los doce años, escapándole a las tareas escolares, se fue de su casa y luego  partió de su tierra para volver a los quince. Aquí también la leyenda aparece nuevamente en su figura en cuanto a esta etapa de su vida, pues no hay documentación fehaciente, sí hay distintas versiones.


          La mas probable es la que describe, quién conoció bien a Ascasubi, Rafael Hernández (hermano del autor de El Martín Fierro), quién expresa lo siguiente: “siendo un mozalbete de catorce años, el poeta fue alzado en una leva y embarcado como tambor en una goleta armada de corsarios, hasta que, apresada ésta por un buque portugués, fue conducido a Lisboa, de donde escapó y, arrastrado por los azares del destino, estuvo en Francia y en Inglaterra, para llegar por fin a Valparaíso, atravesar la cordillera y regresar al Plata“.


          Manuel Mujica Lainez manifiesta que a su entender éste fue su real derrotero. Es el mismo que dibuja el propio Ascasubi en su  prosa “Entre el imprentero y yo”. También en cierta manera, esta versión estaría confirmada por algunos conocimientos de los idiomas de Ingles y francés que a su regreso, éste tenía.-


         Hasta aquí la leyenda: el mito de la carreta con su cuna viajera; el del Coronel San Martín, llevando al niño en aquel galope inolvidable y el de la goleta corsaria cruzando los mares.- El que nos espera es un ser humano  común con una importante dosis de buena onda(frase que se utiliza actualmente), hacía oír el son de sus risas, el de sus espuelas, el de sus versos, el de sus bromas, el del quisquilloso soldado de la patria, el del coronel poeta y también el de sus frases sentenciosas de señorón Argentino - Jovial, dicharachero, travieso, astuto, maquinador de chascos y titeos, zorro y rápido para las bromas, ese rasgo típicamente criollo, guitarrero y payador, con un arte especial para la improvisación, luego se reflejará en todas sus obras, así por ejemplo en un fragmento del Santos Vega escribe:  

        “...y otra ocasión a un Gallego, que le enseñó la dotrina, le trujo de la cocina un cimarrón de humorada con la bombilla caldeada y le quemó la bocina “.

         Año l924: el general Juan Antonio Álvarez de Arenales, héroe de la campaña de la Sierra, a quién sus adversarios le llamaban “el hachado”, recordando los horribles tajos que casi le quitaran la vida, en 1814, cuando debió defenderla como un león, solo contra once soldados enemigos, incapaz de reír y también incapaz de quejarse, hombre célebre, según refiere Mitre, gobernaba la provincia de Salta.


          Aquí voy a distraer un pequeño espacio de la historia de Ascasubi, pues la valentía y heroísmo del general Arenales, me ha traído a la memoria el nombre de otros generales de la patria que como él lucharon en la guerra de la Independencia o en las guerras civiles, yendo al frente de sus soldados.


          Fueron muchos, pero por sintetizar, solo recordaré a algunos. El General La Madrid que durante las cargas, iba al frente, comía caramelos y se reía. En El Tala, los soldados de Quiroga e Ibarra  lo dejaron por muerto, había recibido quince bayonetazos, un tiro y un bayonetazo en la paletilla  y con la nariz colgando, se recuperó y luego de sanar todas sus heridas, lo que le demandó buen tiempo, siguió al frente combatiendo por su causa, hasta que retirado y exiliado en Montevideo se puso de panadero lo mismo que Ascasubi.


          El Manco Paz, el máximo estratega que ha tenido la Argentina, con tercer año de filosofía y un año de teología, dejó la facultad en Córdoba y se incorporó como soldado al ejército del General Belgrano, con el grado de oficial, junto  con La Madrid. Quedó manco precisamente en un entrevero con el enemigo,(combate de Venta y Media). Batió dos veces a Facundo Quiroga, (La Tablada y Oncativo).


         Años después yendo al frente de una partida nocturna observando al enemigo, Francisco Zeballos, soldado del general Estanislao López,  le boleó el caballo y lo hicieron prisionero por lo estuvo preso durante 8 años, se escapó y nuevamente regresó a conducir fuerzas que luchaban por sus ideales. Según sus memorias, versión del libro “Mis Olvidos” de Dalmiro Sáenz,  San Martín no lo incorporó a su ejército por baja estatura y falta de elegancia para ser granadero.


         El General Lavalle, (general sin miedo, o la espada sin cabeza)  oficial del General San Martín, al margen de la campaña libertadora al alto Perú, a su regreso tiene en su haber infinidad de entreveros de los que fue ganador siempre yendo al frente.


          Hay una versión de la que salen victoriosos, los noventa de Lavalle contra los doscientos del enemigo. Termina suicidándose en Salta (aunque hay distintas versiones sobre su muerte), enfermo y abatido perseguido por Oliden y con su gran trauma por el error que cometió al haber ordenado el fusilamiento del General Dorrego.


          Los que he nombrado, equivocados o no, lucharon por sus ideales o por una causa que era la Independencia de nuestro querido País, demostrando valentía y heroísmo, poniéndole el pecho al enemigo. Cuando uno investiga todos estos acontecidos, piensa en los  inocentes que murieron en Las Malvinas, metidos en las húmedas trincheras, con temperaturas de quince o veinte grados bajo cero, bajo el implacable viento permanente y las lluvias que azotan la región, con armamento obsoleto  y muertos de hambre, enfrentando a la metralla,  mientras los generales  comandaban la guerra desde su escritorio, en las mejores condiciones de confort.-




          Capítulo II


           Regreso al Gobernador de Salta general Arenales. Bajo su mano rígida, la provincia había entrado ya en un período de organización y de progreso. El gobierno entre otras cosas, decide instalar una imprenta.


          El agente de negocios de la gobernación,  D. Victoriano Solá, contrata al poeta Ascasubi, quien solo tenía 17 años y quizás habría aprendido algo del oficio en sus correrías europeas o en Bolivia, donde residiera brevemente, con el objeto de dirigir la imprenta ya instalada.


          El 31 de Agosto de 1824, se firma el contrato mediante el cual se condecora a Ascasubi con el título de profesor y queda con el compromiso de enseñar y hacer trabajar a jóvenes que el señor Gobernador le entregue. Término del contrato: tres meses; luego será renovado y perfeccionado por el contratante.


          La empresa se llamó en principio “Imprenta de la Patria”, luego lo cambiaron por “Imprenta del Estado”. Con fecha 11 de Noviembre de 1825, el Gobernador dispone la separación del contratado, presuntamente por alguna infidencia cometida por el profesor de tan solo diecinueve años.


         Es posible que por su juventud y carácter jocoso, hubiese hecho objeto de alguna broma o ironía al General Arenales o que, quizás, hubiese criticado su política y su gobierno rígido y unilateral. Ascasubi dejó en Salta tradición y menta, como poeta festivo y cáustico.-


         Estos acontecimientos producen un notable cambio en la vida movediza del poeta. A fines de Diciembre de 1825, Hilario Ascasubi partía de Salta, incorporado a las filas de los Cazadores del entonces Coronel José María Paz (el manco) que intervendría en la guerra contra el imperio del Brasil.


         Se aleja pues de Salta y en las carretas de bagajes que siguen a la caballería, va también la guitarra del payador cordobés que animará las tropas en los momentos de descanso.




         En San José (Entre Ríos) Ascasubi recibió su bautismo de fuego al entrar de sorpresa, por río Uruguay, una cañonera enemiga. Días después que oyera silbar en sus oídos, las balas de la cañonera brasileña, fue enviado hacia el interior, a fin de reunir nuevos reclutas. En el año 1826, encontrándose en Catamarca, recibió sus despachos de teniente de uno de los escuadrones del regimiento 17 de caballería de línea.


          Mandado el teniente Ascasubi, por el entonces gobernador de Catamarca, el peligroso coronel Manuel Antonio Gutiérrez (que luego Quiroga mató a garrotazos), con un mensaje para La Madrid, gobernador de Tucumán, es retenido por éste porque Quiroga ya había entrado en territorio de la provincia, quien venía con fuerzas desde La Rioja, razón ésta por la que el teniente debió combatir en la batalla del Rincón de Valladares, en la que fueron derrotados.


         Ante el desastre, debió huir con otros oficiales, por valles y quebradas buscando refugio en las fronteras con Bolivia. Ascasubi pasó momentos angustiosos al caer enfermo. Unos paisanos bondadosos lo ampararon en su rancho hasta que se repuso, momento en recibe información sobre la amnistía firmada por Quiroga en Tucumán.


          Aunque desconfiando de las promesas del Tigre, decide realizar el viaje hacia la capital. Un arriero lo lleva en su caravana y después de una odisea de miseria llega a la ciudad. Esta vida le convenía al poeta que a pesar de su paso por la imprenta, sentía y actuaba como gaucho. Llevaba los versos que regocijarían a soldados y comandantes, confundido en las filas del ejército. Le sirvieron esos años, ya que al acercarse más a la gente de la campaña, adquiere y profundiza la experiencia de baquianos, rastreadores, matreros, payadores, idóneos de taba y lazo, organizadores de riñas de gallos.


          Fue formando así la galería de sujetos, los cuales mas tarde formarían las páginas del Santos Vega.- Estando en Tucumán, el teniente asistió al paso de macabro cortejo. Soldados de poncho colorado arrastraban por la calle a un cadáver.


          Éste preguntó y supo que la víctima era su amigo el capitán Vaca que había combatido con él en Valladares. De inmediato pidió al oficial que comandaba la tétrica acción, le permitiera hacerse cargo del cuerpo, tomando entonces aquel sangriento despojo y cargándolo sobre sus espaldas caminó pesadamente, los cuatrocientos metros que le separaba del convento de Santo Domingo.


         Con la ayuda de unos prisioneros, cavó una fosa en el cementerio, y después de cubrir al capitán con su poncho, se fue. Al retirarse del lugar y pasando por la casa de una señora conocida, vio en el patio el caballo del Tigre. No pudiendo contener su impulso, entró en la casa y ahí estaba el general Facundo Quiroga, el ladino y cruel Tigre de los llanos, su cara perdida en un bosque de pelo hirsuto y sus ojos chispeantes. La impresión fue recia. Frente a él, el juvenil teniente de granaderos de La Madrid.


          La peligrosa curiosidad del poeta, había quedado satisfecha. Ascasubi saludó. Había reconocido al caudillo. Entablan conversación, en un principio intrascendente, luego hablan de la Biblia, que el Tigre conoce de la primera a la última página. Su divisa era Religión o Muerte. Consideraba que todos los militares debían aprender la Biblia.


          Luego Quiroga le pregunta si había estado en la batalla del Rincón, a que regimiento pertenecía, etc. etc. y cada uno habla de los suyos. Se produce el siguiente diálogo: “El Tigre, sus lanceros son los mejores” “el poeta, que sus granaderos son el ideal militar, valientes, aguerridos, disciplinados y nada resiste a la carga de ellos” “¿Nada? Sin embargo, ustedes han sido vencidos”, responde Quiroga. “Mala suerte, general”.”Malas tropas”, dice el caudillo. Ascasubi se retira cuando presencia el castigo que el Tigre ordena se le aplique a dos apreciados propietarios, vecinos de Tucumán, por haber denunciado un robo no probado, cuyas sospechas recaían sobre los soldados del caudillo. Ordenó entonces que a modo de restitución le apliquen quinientos latigazos a cada uno y que después los paseen desnudos por las calles, como ejemplo.


          Pudo escapar milagrosamente de las milicias que se aprestaban a arrestarle y abandonar con mil padecimientos el territorio de la provincia. Regresaba a Buenos Aires, después de larga ausencia.-      Lavalle a los treinta años ostentaba las condecoraciones de Chile, Perú, Ecuador y la Banda Oriental. Que mejor se le podía ofrecer a Hilario Ascasubi, que por su origen gaucho debía admirar al Jefe de barba rubia.


          En Octubre del año 1824, el gobierno de Las Heras, decreta la creación del Regimiento 3 de Caballería de Línea “Coraceros de Buenos Aires”, con asiento en el  paraje “El Kakel” en el hoy partido de Maipú, provincia de Buenos Aires y se nombra como primer Jefe de Unidad al entonces coronel Juan Galo de Lavalle. Probablemente Ascasubi debió estar en la acción de Navarro y luego presenciar el fusilamiento de Dorrego como también participar en la acción del Puente de Márquez, que marcó el principio del derrumbe del general sin miedo. En ese entonces, el jefe le otorgó al poeta los despachos de Capitán.-


         Luego de lo acontecido, el Capitán debió emigrar al Uruguay donde se encontró con Lavalle y tomó parte en las tentativas para recobrar la patria. Ese mismo año, el poeta empezó a escribir en El Arriero Argentino, cuyo subtítulo rezaba “Diario que no es diario, redactado por un gaucho cordobés”.


          Solo apareció un número y provocó cierto revuelo en Buenos Aires. Estaba destinado especialmente a agredir al gobierno, de ahí el encono de Rosas que se manifestó cuando paisanos adictos a éste, apresaron a Ascasubi.


          Estuvo nueve meses preso en el barco el Pontón Cacique y quince meses encarcelado. Cuando el Restaurador deja la gobernación, por unos días, a cargo del Dr. Tomás Manuel de Anchorena, imparte la orden de que el poeta levantisco, Capitán de Lavalle, fuera fusilado. No se cumplió la orden y esto le sirvió para que Ascasubi mencionara a Anchorena cuando escribió la  dedicatoria a Rosas en su poema sobre Camila O’Gorman, estando dos decenios en el exilio, dice:      


    “Esos son los que he rodao juera de dos de un tirón que me tuvo sin razón con grillos y encarcelao; y ocho meses que apretao en el Pontón me sumió a más lo que le escribió usté al difunto Anchorena. . . que me matara y de pena ese hombre no me mató.”





    Capítulo III


          En el año 1831, cuando el gobierno celebraba la captura del Manco Paz, cuyo caballo había sido boleado en Córdoba, Ascasubi, arto del encierro que tendría como meta final su fusilamiento, resolvió escaparse.


          Un día, liberado de sus cadenas, consiguió deslizarse discretamente hasta una terraza y de allí se lanzó al vacío, desde una altura de diez metros, cayó sobre el barro y eso le amortiguó el golpe, disparó y llegó al convento de San Francisco, donde era conocido desde su niñez, ahí había aprendido las primeras letras ya que un fraile fue su maestro. Permaneció escondido hasta el día de Santa Rosa.


          Esa noche amparado en las sombras, alcanzó la ribera del Riachuelo y pudo embarcarse en un balandro. Antes de partir la embarcación es inspeccionada, por lo que el prófugo se había ocultado. Faltando poco tiempo para que la pequeña barca partiera, es descubierto por un centinela.


         Prestamente, Ascasubi salió de su escondite, resuelto a jugarse, solo le quedaba para comprar el silencio del soldado, su reloj,  que le ofreció a éste. Aquí la suerte no le fue esquiva pues el centinela era el sargento Brisuela que había servido en el ejército del general Paz, junto con Ascasubi.


         El sargento lo reconoció, se le cuadró y le dijo “Mi capitán, guarde su reloj. Brisuela es incapaz de traicionar a un fugitivo. ¡Dios lo ampare!“. El poeta estaba salvado. Unas horas mas y estaría en la orilla opuesta del río. Él sabía que al desembarcar, estaba salvada su vida, como decían los paisanos, “con el hilo en una pata”. Mes de Setiembre de 1832, caminaba las calles de Montevideo, con su reloj por toda fortuna y para el recuerdo.


          En su existencia azarosa se cumple una etapa más, después de su juventud.- Veinte años permaneció en Montevideo. Cuando llegó era un fugitivo a quién pocos conocían, demacrado por las penurias de la prisión; un soldado gaucho de los ejércitos de La Madrid y de Lavalle, que solo se distinguía por su habilidad en la payada.


          Allí, Ascasubi ejerció las profesiones mas diversas. Este poeta gaucho y valiente capitán militar, tuvo la obsesión de los negocios, mezclado en operaciones de compra y venta, que más de una vez lo dejaron al borde de la ruina.


         Cuando obtuvo el capital que se había propuesto (pues lo consiguió), apareció su espíritu  generoso y solidario. Es así que se lo ve preocupado, llevado y traído por los corretajes y las representaciones, perdiendo su dinero en algunas de las empresas que emprendió.


         Sábese que fue, vendedor de lana, corredor de alhajas y panadero. Su carácter festivo y su viveza lo favorecieron en sus negocios.


          Hizo fortuna con el negocio de la panadería, lo que le permitía repartir diariamente parte de lo producido entre la gente que él quería beneficiar. Su rumbosidad, sumada a la publicación de sus versos, lo rodeó de prestigio y de amigos, pues los cultivaba.


          Los caballeros más respetables de la emigración argentina, alternaron con el poeta, quienes le reconocieron sus obras y se sentaron en su mesa célebre, tendida a mantel largo que no se levantaba jamás a la espera de esos nobles proscriptos necesitados de sustento.


         D. Rufino Elizalde, Quién fuera ministro de Mitre, expresa: “su casa y su fortuna han estado siempre a disposición de sus compañeros de emigración”. A cambio de su hospitalidad, Ascasubi recibió de aquellos hombres, especialmente de los Varela, de Lamas y de Valentín Alsina, el reflejo de una cultura que por su andar errabundo desde su adolescencia, no había tenido. De esa suerte, el poeta se cultivaba y se pulía, sin dejar de ser el mismo.


          No sólo su mesa, sino también su casa estuvo a disposición de sus compañeros de exilio. Vivía en ella con su familia, había contraído enlace con Laureana Villagrán y Oliver, descendiente de José Gervasio Artigas.


         Tuvo por ella un amor respetuoso, que no debilitaron las escapadas propias de quién jamás perdió sus mañas de festejador, de saliente pecho como verdadero gallo. El poeta siempre tuvo admiración por su esposa, quizás por sentirla superior de clase. Muchos años después perduraba su  sentimiento de orgullo por su mujer, él era el antiguo payador de las pulperías.


         Bohemio, inmensamente generoso, acostumbrado a la vida en los campamentos, que donde caben cinco también entran diez, apretándose, Ascasubi llenaba su casa de gente de toda clase social. Abundan los ejemplos de casa abierta y de días de mantel largo. Ascasubi gastaba dinero alegremente.


          La fortuna que había hecho con su panadería, se le fue de las manos en socorrer a muchos. Recibía en su casa a los argentinos escapados de Buenos Aires, también con sus fondos particulares proveyó de armas al general Lavalle, armó y tripuló un barco, durante la cruzada del mismo general. Posteriormente, mediante suscripción  hecha entre sus amigos le mandó dos  cañones y cincuenta sables.


          Cuando estuvo en sobradas condiciones económicas, pidió su separación del servicio para no ser gravoso al Estado, dando a establecimientos públicos los sueldos que le adeudaban.- Trece hijos le dio su mujer Laureana, ocho varones y cinco mujeres. Seis varones murieron en su infancia y de las mujeres, cuatro murieron jóvenes.-


         Ascasubi, desde su exilio combatió con la pluma al gobierno de Buenos Aires, con sus versos gauchescos de lectura fácil que ilustraban con claridad a los habitantes de la campaña, sobre las mas graves cuestiones que se debatían, tocando el corazón de aquel pueblo sencillo, con mayor éxito que los editoriales periodísticos.


          El panadero poeta, apuntaba a la fibra más íntima de los gauchos de Rosas. Entre estas composiciones, la más célebre es La Refalosa, supuesta amenaza de un mazorquero a Jacinto Cielo( éste era el seudónimo de Ascasubi en el periódico que había creado, pues comprendía que nada era más eficaz que sus poesías para eliminar la ceguera  de los gauchos, con lo que hacía una personal guerra de nervios que enfurecía al Restaurador).


         Fue el único poeta que cantó a lo gaucho durante el largo período del gobierno de Rosas, militando en las filas enemigas, empleando sus versos sentenciosos, como arma más eficaz contra los adversarios.-


          Veinte años habían pasado desde aquella escapada milagrosa, hasta que regresó a su patria entre las fuerzas de Urquiza. Con un capital igual al que llevaba cuando su fuga, pues todo lo que había ganado, lo había entregado a la causa. Solo traía la cosecha de sus versos y el orgullo de oírse nombrar con afectuoso respeto, cuando entraba en algún salón tendido de celeste.-






     Capítulo IV


         El poeta marchó a Entre Ríos ante el pronunciamiento de Urquiza, para incorporarse a sus tropas con el grado de teniente coronel. Edecán del general en jefe, debió sufrir disgustos y humillaciones por el carácter violento de éste, y a pesar de ello, galopó a su lado en los momentos cruciales que derrumbaron el gobierno de Rosas el 3 de Febrero de 1852, en la batalla de Monte Caseros. En premio, después del triunfo, Ascasubi recibió los despachos de coronel.

      
         Después de Caseros, el coronel se traslada a Uruguay en busca de su familia y luego pudo volver a tiempo para participar en la entrada de las tropas victoriosas en Buenos Aires.- Aquí era necesario reorganizar su vida, lo mismo que a su llegada a Montevideo, ahora en la madurez. Fue designado ayudante en el puerto de Buenos Aires, estando al lado del general Zapiola, comandante general de la Marina, asegurando así el sustento de su esposa y de sus cuatro hijos.-

         A raíz de una publicación que produce Mitre, en el diario Los Debates que él dirigía, con fecha 28 de Abril de 1852,  diciendo que la nación debía reclamar para sí la gloria de sus hijos desterrados, literatos que harán época, (no se equivocó) y nombra entre otros a Sarmiento, Alsina, Tejedor, Echeverría, Piñero, Cantilo, etc., pero se olvida de Ascasubi y luego de que alguien le hace recordar, Mitre dice lo siguiente: “Sabemos que el señor Ascasubi medita publicar una colección de sus poesías, y aunque él se coloque tan modestamente en la última escala de los poetas, sus compatriotas no lo han de dejar en el puesto por él elegido.


          Hemos dicho del señor Ascasubi, que en los poetas es en quienes se realizan aquellas palabras de Jesucristo: “En mi reino los primeros serán últimos y los últimos serán los primeros”.D. Bartolomé Hidalgo es el poeta más popular del Río de la Plata, porque es también el más humilde y más sencillo, mientras que otros que han querido remontarse hasta el cielo ardiente de la poesía de Homero han caído como Ícaro entre las ondas frías del olvido”


     “Tanto cuanto un poeta ha querido descender hasta la inteligencia del pueblo, tanto más se ha elevado, porque hablando con su buen sentido y presentando con imágenes poéticas, aunque sencillas, los sentimientos y las ideas de la vulgaridad, se labraba un pedestal de gloria. D. Hilario Ascasubi pertenece al número de esos poetas del pueblo que hablan el lenguaje que le es peculiar, haciendo descender hasta él, como una lluvia bienhechora, el rocío de las ideas, que tienen su mansión en las esferas superiores de la inteligencia. Sirvan éstas líneas de disculpa a nuestro involuntario olvido.”


          Disgustado Ascasubi, por la orientación que había tomado el gobierno de Urquiza, con su “Aniceto el Gallo”reanudará una lucha contra éste como la llevó contra Rosas, publicando en versos su malestar, porque sabe que al general le ha de llegar y el efecto que le ha de  causar, más sabiendo que es de su antiguo ayudante.-


         En Ascasubi siempre estaba la idea de intervenir en negocios y colaborar en obras de infraestructura de necesidad para la ciudad, como lo hizo, y que habían sido postergados por el anterior gobierno. En 1855, un nuevo proyecto embarga el ánimo del poeta.


          Junto con el pintor ingeniero Carlos E. Pellegrini y otras personalidades, habían conseguido en locación el Hueco de las Ánimas, se trataba de un solar que había destinado el Cabildo para la erección de un coliseo, obra que se comenzó antes de Rivadavia, pero no se terminó, pese a que hubo varios intentos.


          El objetivo de ésta sociedad era dotar a la ciudad que surgía, de un escenario digno de su futuro, (denominaron Colón). La empresa era aventurada y costosa.


         Emprendieron el proyecto con entusiasmo, pero cuanto dinero insumiría ese utópico sueño? El teatro era un monstruo que devoraba patacones con la boca abierta. Hay una rendición de cuentas según la cual, Ascasubi había entregado 185.000 pesos, adeudando aún 18.833. Gran parte del dinero se había pedido prestado.


          Escribe el Ingeniero Pellegrini: “Colón, como toda empresa nueva ha sido un mal negocio. Como inspiración patriótica, una de las más nobles”. El día 25 de Abril de 1857, fue inaugurado el Teatro Colón. Ascasubi se había arruinado, pero ese era un día de triunfo. El único palco vacío del teatro, aquel que tenía las puertas cerradas y colgando sobre ellas un moño de crespón, era el del coronel Ascasubi. En su casa lloraba la muerte de su hija, la bella Cristina Ascasubi Villagrán.


         Su niña se había consumido de amor. La terrible historia ha permanecido en quienes la recogieron de labios de sus madres. Aquella hermosa mujer de veintiún años se había enamorado, ignorando que el grado de consanguinidad que existía entre ella y el hombre elegido, le vedaba el matrimonio. Cuando se enteró de la imposibilidad de su sueño, estuvo a punto de enloquecer.


          El medio hermano, tan inocente como ella de una culpa que desconocía, partió para el viejo mundo. Cristina se dejó morir. Tres días después de la inauguración del teatro, se realizaron los funerales. Para Ascasubi, el golpe fue atroz. Adoraba a aquella hija que era su lujo.


         Es una historia que debió cuchichearse en el Buenos Aires de entonces, bajo el vaivén pudoroso de los abanicos. La dramática situación del poeta, entre la muerte de su hija y el desastre financiero, hizo que pidiera el retiro del ejército.


          Le acuerdan el sueldo íntegro “en atención a los remarcables servicios de este Jefe y atento a sus desgracias inesperadas que le han hecho perder a su hija y  su fortuna, en edad avanzada, inútil ya para servicios activos”.Continuó con algunas tareas del puerto, primero como subprefecto del Riachuelo y luego en la capitanía general del puerto. Pero estaba cansado ya, muy cansado y abatido. Ni el honor que le confirió D. José María Gutiérrez, designándolo miembro honorario del Ateneo del Plata, ni la reanudación de Aniceto el Gallo, en 1858, podían distraerle de su pena. Aquella hija hermosa, su diosa joven, no existía ya.-


         Debió consolarle en parte una publicación de Los Debates de Mitre, pues el árbol por él plantado, daba frutos en la obra de otro poeta.


          Con el seudónimo de Anastasio el Pollo, Estanislao del Campo había publicado unos versos gauchescos, aunque luego Aniceto el Gallo, publicó una declaración donde dejaba constancia que él no era autor de esos trovos. Del Campo (luego autor del Fausto), con mucha gracia le responde:                                            


          “Paisano Aniceto el Gallo puede sin cuidado vivir que primero han de decir que la vizcacha es caballo y que la gramilla es tallo y que el ombú es verdolaga y que es sauce la biznaga y que son montes los yuyos, que asigurarar que son suyos los tristes versos que yo haga”.


                                  (El poema completo consta de cuatro estrofas)


         Aniceto el Gallo, le responde con una carta elogiosa, aclarándole que su publicación la había hecho para que nadie le creyese ocupado en rimas divertidas “cuando estoy con el corazón sumamente lacerado por el fallecimiento de mi hija”.Establecióse entre los dos una amistad sincera. En 1859, algo restablecido Ascasubi, intercambian cartas con el luego autor del Fausto.


     Del Campo, termina una de las suyas diciéndole: “Antes de cerrar éstas líneas, diré a Ud., mi querido amigo, que al bajar a la arena de la literatura gauchesca, no llevo otra mira que la de sembrar en el árido desierto de mi inteligencia la semilla que he recogido de sus hermosos trabajos, por ver si consigo colocar, aunque sea una flor, sobre el altar de la Patria”.-


         



    Capítulo V


         Tres años habían transcurrido desde que Tamberlick cantó La Traviata en el flamante Teatro Colón. Gobernaba la provincia Bartolomé Mitre desde el 1º de Mayo y no ignoraba el valor de Ascasubi. En 1860, no era el de ocho años antes, las desventuras habían perseguido al cantor y poeta, que ya tenía cincuenta y tres años.


         Aquí sólo había la perspectiva de una pobreza insoportable, entre amigos florecientes, y la sombra de los recuerdos tristes. Debía irse, buscar otro horizonte. En 1860 partió para Francia. Por intermedio de D. Rufino Varela, obtuvo un contrato con el gobierno, por el cual se comprometía a remitir a Buenos Aires, soldados enganchados, que se destinarían a la defensa de nuestros fortines contra los malones.-


         El día de Navidad, los viajeros se hallaban en París. El 8 de Febrero, le anunciaban que sería recibido por el Emperador Napoleón III, sería presentado por el ministro Alberdi. No fue esa la única audiencia en el Palacio. El 28 de Febrero parte hacia Génova y después de un penoso viaje de dos días, llegó a destino, donde permaneció seis días, regresando luego a  Francia por mar.


          El 16 de Abril, parte una vez más para Italia, en Turín se entrevista con su amigo el General Garibaldi,a quién había conocido en Montevideo y que seguramente habría estado alguna vez en su casa. El 24 de Junio, se embarcó en Burdeos, regresando al Río de la Plata. A poco de llegar,  Ascasubi le presenta al gobierno varias composiciones musicales dedicadas a la Guardia Nacional de Buenos Aires.


         Después de unos nueve meses de permanecer en Argentina, en el mes de Abril de 1862, regresa nuevamente a París con el contrato de enganche, establecido con el gobierno. Veintinueve décimas componen la carta de despedida de Anastasio el Pollo, publicada en La Tribuna el día 15 de Abril. La penúltima dice lo siguiente:       “Hasta al Espíritu Santo Le rogaré por ustedes Y a la Virgen de Mercedes Que los cubra en su manto, Y Dios permita que en tanto Vayan por el agua embarcaos, No haiga en el cielo nublaos Ni corcobos en las olas, Ni al barco azoten las colas De los morrudos pescaos”.


         El coronel regresaba a París, por dos años, esta vez llevaba una misión oficial, por lo que hubo una nutrida correspondencia entre él y Bartolomé Mitre. En una de ellas avisa que en la barca Nueva Méjico, remitirá los primeros  soldados. El enganche de estos hombres, si bien le permitió rehacerse un tanto, fue para él un verdadero sacrificio.


          Ante algunas deserciones sugería que debían ser tratados severamente, pues muchos de sus integrantes procedían de la Legión Extrajera, acostumbrados al rigor. Casi no le queda tiempo al coronel poeta, para pensar en sí mismo, entre organizar el viaje de las tropas y el ir y venir de París a Burdeos, y además buscar antecedentes para justificar la conducta revoltosa de los enganchados.


         Vive en un torbellino y las horas del día no le bastan. De tanto en tanto recibe cartas del presidente de la Republica. Mientras los barcos siguen con su cargamento de hombres de la Legión Extranjera, con destino a Buenos Aires.-


         En Noviembre de 1863, Ascasubi con su señora Laureana y sus hijos visitó la tumba de Alfred de Musset y leyó los versos en los que el poeta pide la sombra transparente de un sauce para la tierra donde descansará por fin. El árbol que había allí no merecía el nombre de sauce y eso no podía quedar así.


         Traería de Buenos Aires el sauce de follaje lloroso, hecho que otorgaría una dimensión nacional. En Febrero de 1864, embarcó para Buenos Aires. Después de entrevistarse con el general Mitre, no se olvida de su promesa hecha ante el sepulcro de Musset. La viuda del coronel Brandsen, Dª Rosa Jáuregui, transplantó el sauce y se lo envió al coronel “en las mejores condiciones posibles a fin de que pudiese atravesar el océano sin peligro de avería”. Hasta el 12 de Mayo, que Ascasubi partió para Francia, cuidaron de él, las nietas de Mariquita Sánchez. El árbol frágil partiría del Plata al Sena, para velar el último reposo de Alfred de Musset.


         El 4 de Julio, Ascasubi le escribe a Paúl, hermano de Alfred, comunicándole que tiene la planta, por lo que le manifiesta:“…tengo el honor de ponerla desde este momento a vuestra entera disposición. Me considero feliz por haber podido llenar de esta manera la promesa que en Noviembre de 1863 hice sobre la tumba de un gran poeta por conducirla yo, oscuro bardo de la Pampa, un recuerdo de mi país y un poco de nuestras sombras argentinas”.-


         El episodio del sauce, produce una pausa en la vida atormentada y desconsolada del poeta, pero ahora había que trabajar sin descanso, enganchar soldados, viajar entre París y Burdeos, había que ganarse el sustento para mantener a los suyos.


          Se alarma con los rumores acerca de un conflicto entre el Paraguay y la Argentina. Titubeaba entre volver a Buenos Aires o permanecer en Francia. La Argentina estaba virtualmente en guerra y la patria necesitaba soldados técnicos, duchos en las múltiples tareas militares, para lo que forma un grupo de argentinos de prestigio que se hallaban en París, Adolfo Alsina, José María Miguens, Luis M. Solé y Miguel Molina, para que pasaran revista e interrogaran a los hombres que luego embarcaría para Buenos Aires. Evidentemente todo esto era muy complicado para Aniceto el Gallo.


         En 1867, el poeta es visitado por Sarmiento a su paso por París, asistiendo luego juntos a un banquete en agasajo del visitante. Más de veinte años atrás éste le había regalado al coronel su retrato en Montevideo. Al exhibirlo ante la concurrencia, el poeta leyó la décima siguiente:


         “Un cuarto de siglo hará 

         a que cerca de la Pampa
          me dio un amigo su estampa
          como prenda de amistá; 
         pues ese amigo aquí está… 
         y en prueba de que les cuento
          la verdad, velay presento
          su figura con placer
          para lucirla y beber
          a la salú de Sarmiento”.





    Capítulo VI


         Ascasubi había recibido la noticia del triunfo electoral de Sarmiento. Era complicada su situación económica y estaba enfermo, así se lo hizo saber al nuevo presidente de la Republica, en su carta del 22 de Diciembre de 1868, pidiéndole que le empleara. Un mes antes le había elevado una propuesta para el envío de inmigrantes a la Argentina. Aparentemente sus pedidos no prosperaron, su “amigo” no le respondió, aunque el coronel había tenido una cordial amistad con el flamante presidente.-


         Ascasubi llegó a ser entonces, uno de los comisionistas más fuertes de nuestro país en Europa. Cosas diversas que pasaban por sus manos: de pianos a camisas, de agua Colonia de Atkinson a los casimires a cuadros, en fin todo lo que fuera pedido desde Buenos Aires, aunque las bases de sus operaciones no eran muy sólidas, por falta de capital y por confusa contabilidad de sus colaboradores.


          Las cuentas no estaban claras y no por culpa del minucioso poeta. Trabajó esos años entre 1868 y 1870 como nunca, a pesar de su dolencia. No hubo encargo que no aceptara, por absurdo o por extravagante que fuera.


          En una oportunidad tuvo que mandar unas pelucas para mujer que para su compra debió recorrer París, buscando el menor precio. Junto con las pelucas mandó las instrucciones, “mando dos peinados, uno que es la última moda y que las señoras aquí con esas trenzas hacen el montaje o peinado que quieren para salir diariamente o estar en casa, y el otro que es pa. tenerlo rizado y ponérselo un día de banquete o de Soirée”.


         Quién puede imaginar al Paulino Lucero, a Aniceto el Gallo o al Santos Vega, recorriendo París para comprar una peluca ?. Pensamos en el antiguo cantor de las pulperías y de los vivaques de norte argentino, en su diálogo con Facundo Quiroga, en su fuga de la prisión , en su paso por las tropas de La Madrid, del Manco Paz, de Lavalle,  en su alegre comedor hospitalario y de mantel largo de Montevideo, en su relación con Garibaldi, en la batalla de Caseros junto a Urquiza, en su participación en la construcción del Teatro Colón, en las furiosas disputas con los soldados enganchados y tantos hechos de su variada vida, y nos resulta increíble ésta historia con visos de leyenda.


          Es para atreverse a asegurar que no ha habido en nuestra historia política-militar, literaria y costumbrista, alguien que haya tenido tantas y variadas alternativas en su vida.- Su fatiga es grande, pero no sucumbe. Siente nostalgia de su tierra natal, nostalgia que va en aumento a medida que los años lo agobian. Cuantas desventuras, cuantos recuerdos dolorosos.


          En 1868 hace trasladar los restos de Cristina y sus otros hijos. Ansiaba tenerlos junto a él. Al año siguiente sufre otro golpe más. La boda de su hija Laura con un Ingeniero Civil que dirigía las obras del ferrocarril de España, que le había anunciado a Sarmiento, no se llevó a cabo. El poeta había cifrado en él, muchas esperanzas.


          A mediados de 1870, regresa a Buenos Aires. Le tocaría asistir a uno de los acontecimientos más dramáticos de la historia, la fiebre amarilla que se propagaba con infernal rapidez. El grado máximo de muertes se produjo el día 10 de Abril de 1871, con 503 casos mortales. Más de 100.000 emigraron de la ciudad, es decir más de la mitad de la población de esa Gran Aldea. D. Jorge Atucha albergó a Ascasubi en su quinta de Belgrano, ambos muy amigos desde sus años juveniles.


          Lo mejor para el coronel poeta, era regresar a París, en cuanto le fuera posible, liquidar sus asuntos y organizar su regreso definitivo a la patria. En Europa ya no había nada que hacer y la edad y su salud ya no lo favorecían. El 16 de Agosto se embarcó. Iba algo enfermo y tuvo por compañero de viaje a médico inglés, el Dr. Green. Hasta dos días antes de llegar, el doctor ignoro la personalidad de su compañero. Bastante enfermo ha de haber estado el poeta, para que él tan gustoso de contarse, hubiera guardado  así el incógnito, limitando la charla a comentarios generales.


          En un momento hablan sobre los intelectuales argentinos. El doctor nombra a Mármol, pues había leído sus volúmenes. Green aludió a unas poesías muy graciosas que no había podido conseguir ni en Montevideo ni en Buenos Aires, de un autor cuyo nombre no recordaba. Ascasubi le menciona a Aniceto el Gallo y ante la aprobación del doctor, éste le pregunta, si no lo había tratado y el inglés le responde que no, a lo que el poeta le replica que no era cierto, lo que al doctor lo sorprende y disimula su mal estar. Ascasubi le apuesta un botella de champán a que había conocido a ese gaucho y aún más, que había almorzado con él muchas veces, que había jugado con él a la baraja y hasta que le había dado una receta para el reumatismo.


          El galeno comprendió entonces, cayendo de las nubes “Si doctor-le dijo el Gallo-yo soy el autor de esos versos o versas”, prometiéndole enviarle a Liverpool un ejemplar de la edición que ya estaba proyectando.- Con la ayuda de su hijo, el poeta arregló el material disperso. Los trovos de Montevideo formarían un tomo; los de Aniceto el Gallo sería otro y Los Mellizos, rasgos dramáticos de la vida del gaucho en las campañas de la República Argentina.


         Este último, su poema inconcluso y debía terminarlo, es el único en que su poesía no persiguió propósitos políticos o combativos. Aquí había verdadera poesía: “olor de patria” dice Mujica Láinez. Había comenzado esa tarea inmediatamente de su retorno a Francia. La gota no lo dejaba, pasaba gran parte del día en la cama. Incorporado sobre las almohadas del lecho, o sentado frente al escritorio, cuando su mal se lo toleraba, dedicó ocho meses para concluir su poema. Ocho meses que simbólicamente vivió en Argentina para la terminación de su Santos Vega. A veces transcribe él mismo los octosílabos o se los dicta a su hijo. El coronel construye con su pluma el paisaje de sus años idos, de sus correrías en los ejércitos, de sus payadas y guitarreadas en las pulperías, un poco su propia historia.-


         Regresó a la patria, por última vez, año 1872, también él buscaba su sauce.  En El Americano, un diario de Buenos Aires, publican un extenso artículo acerca de sus obras completas recién aparecidas, asimismo en otros periódicos de la metrópoli y grandes elogios en el “Academy”, periódico de Londres.


          Podía descansar el poeta. Pasó el espacio que le quedaba de vida, inmovilizado por las dolencias físicas que lo fueron consumiendo poco a poco, hasta provocar su fallecimiento en la madrugada del 17 de Noviembre de 1875. Se lo ve arrebujado en su cama, mortecina la mirada, alza los ojos y quedan clavados en la hermosa figura de su hija Cristina, laque simboliza la eterna juventud y se arropa en su poncho con un suspiro. Pronto se reunirá con ella, pronto le quitarán las dolorosas ligaduras y volverá él también a ser joven para siempre.


         Entonces le devolverán la guitarra perdida hace tantos años, pero la guitarra tendrá que ser aquella que él recibió en su andariega cuna y le traerán el caballo veloz aquel que de niño, en un galope inolvidable, un coronel de granaderos le estrechó en su corazón. Montará en ese caballo, templará las cuerdas de su guitarra y, sin apurarse, D. Hilario Ascasubi se irá, al tranco corto, hacia la eternidad donde los gauchos lo esperan, apoyados en las altas tacuaras, alrededor del fuego que no se apagará nunca.-

         Jorge Luis Borges, en su libro Inquisiciones, hace un interesante comentario sobre Hilario Ascasubi, párrafos que parcialmente transcribo: “... Su Santos Vega es la totalidad de la Pampa. Las aventuras interminables que cuenta, parecen sucederse en cualquier parte… Su ritmo es insolentísimo y descansado: ritmo de días haraganes en cuyo medimiento son inútiles los relojes…Sabemos, en efecto, que si bien Ascasubi comenzó su escritura en el Uruguay el año cincuenta, sólo en París llegó a ultimarla-en ambos sentidos del verbo-, ya en los declives querenciosos de una vejez conversadora y tristona… Tono del caballero unitario en quién persisten conmovedoras palabras del fenecido léxico criollo: mandinga, godo, mequetrefe, guayaba, negro trompeta,  y esas tiesas figuras del pan amargo del destierro y del altar de la patria… 


         Lo veo diablo y ocurrente, lleno de grave sorna, capaz de conversar un truco con pausada eficacia y de alcanzar a merecer la fraternidad de cualquiera… El Santos Vega que esos mendaces cantos prometen, parece aventajarlo a Martín Fierro por la espontaneidad de su trovar y por su ausencia de protesta o quejumbre… Es también su gloria.


          Las forjaduras de Estanislao del Campo y de José Hernández solo fueron posibles por la prefiguración de Ascasubi. El primero se honró en manifestarlo,  de ahí  su seudónimo Anastasio el Pollo y enviando una carta a “La Tribuna” (prestigioso periódico de Buenos Aires)… La poesía gauchesca que acaso se inició en el Uruguay con las trovas de Hidalgo,  después erró gloriosamente por nuestra margen del río con Ascasubi, Estanislao del Campo, Hernández y Obligado…”


         También Borges en su libro sobre El Martín Fierro, habla de la poesía gauchesca y en la página 20 dice: “Lo mejor de Ascasubi se halla disperso en Aniceto el Gallo y en  Paulino Lucero. Una antología de Ascasubi, sacada de todas sus obras, sería mas útil a su gloria que las mecánicas reimpresiones del Santos Vega en que parecen complacerse las editoriales”. “ En la página 22 dice Borges: Ricardo Rojas ha destacado con razón la valentía del hombre que, en la plaza sitiada de Montevideo, multiplicó las impetuosas payadas contra Rosas y Oribe; recordemos que en esa ciudad, otro publicista unitario, Florencio Varela, fundador y redactor de El Comercio del Plata, fue asesinado por los mazorqueros”.-



    =-=-=-=-=-=-=-=-=-=-=-=-=


    BIBLIOGRAFÍA MANUEL MUJICA LAINEZ   “Vida de Aniceto el Gallo”  JORGE LUIS BORGES   “Inquisiciones y El Martín Fierro” DALMIRO SÁENZ   “Mis olvidos” MIGUEL ÁNGEL DE MARCO   “La Patria, Los Hombres y El Coraje”                                                                                    



    Nota: He tratado de redactar en forma sintética, la historia  del autor del Santos Vega,  con la intención de ser didáctico e ilustrativo en el mínimo espacio posible y para que el lector pueda conocer su apasionante vida, con la menor demanda de tiempo.-                                                                                                                                                                                                                                                                             H.F.L. (Humberto F Leonelli)                                                                                    Maipú – Julio de 2007


                                                                                                                                                                                                   

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