Un día como tantos, después del “picado” y las “bolitas” en
el terreno de la esquina, resolvimos hacer barriletes…
¡Qué lindos los barriletes!, cachamos varias cañas, una lata
con engrudo, unos cuantos diarios viejos, papeles de colores, una camisa vieja
que le sacamos a la vieja, para hacer la cola; nos fuimos a la laguna de “los
difuntos”, el Abrojo, Cartucho, Pimienta y yo.
Papagayos, medio mundo, aeroplano, conejo y la más linda
estrella grandota, armadas todas las figuras con mucho cuidado para que
salieran bien prolijas, todos con distintos colores, pero ella la más linda y
grandota con los colores celeste y blanco, que hacía juego con la bellísima
tarde celeste y algunas pequeñas nubes blancas que surcaban el firmamento, que lanzadas
al espacio, dándole hilo y… más hilo, buscaban altura en el espacio queriendo
confundirse con el celeste del cielo.
Estrella la mimada de la tarde con los colores de la Patria, quería
estar en lo más alto del firmamento.
Cada uno con su figura en un silencio total, sentados sobre
el borde de la laguna, veíamos las “coleadas” en las alturas como pidiendo más
hilo, nos pasamos varias horas observando las figuras en el espacio. ¡Qué lindos que son los barriletes!...
Un detalle que a lo mejor, muchos no conocen, para mandar un
“mensaje” a la figura que está en el espacio, es hacer una estrellita chica,
perforarla en el medio, colocarla en el hilo y el viento la lleva hasta donde
está la estrella.
Qué lindos los tiempos del barrilete, los purretes éramos
más niños y vivíamos la niñez, los niños de varios años a esta parte no tienen
infancia.
Qué lección nos da el barrilete: cuatro cañas, una lata de
engrudo, un ovillo de hilo, una camisa vieja,
papeles de colores y diarios viejos, nos pasamos una tarde sana, alegre
y divertida.
A N I (Rogelio Hann) - Maipú.